Sólo hay que echar la vista atrás para entender que el modo
en que nos informamos y nos comunicamos está íntimamente relacionado con la
tecnología disponible en cada momento.
La generación de nuestros abuelos se informaba a través de
la radio, cuando no existía la televisión o ésta era un privilegio al alcance
de unos pocos. La generación de nuestros padres se informaba por la televisión,
cuando no existía internet. Nuestra generación, en cambio, se ha venido
informando principalmente por medios digitales basados en internet, entre los
que recientemente ocupan un lugar destacado las redes sociales que, sin duda,
son ya el principal medio de información de nuestros hijos.
En estas cuatro generaciones han existido unos medios
transversales a todas ellas: los periódicos en papel, que –tal vez por ser los
menos “tecnológicos”- se enfrentan a las mayores dificultades para reinventarse
en un nuevo contexto digital.
Sin desmerecer el papel que aún juegan la radio, la televisión
y los medios escritos, que sobreviven con mayor o menor dificultad en estos
difíciles tiempos que les ha tocado vivir, todo apunta a que el fenómeno de las
redes sociales y el inmediato futuro de la tecnología van a ser determinantes
en la definición del modo en que nos informaremos y nos comunicaremos en los
próximos años.
Por lo que respecta estrictamente a la comunicación, pocas
explicaciones hay que dar sobre como la telefonía móvil está condicionando
nuestro estilo de vida… Conceptos como “hacer una llamada perdida” o “enviar un
sms” parecen ya obsoletos desde la implantación masiva de instrumentos como
WhatsApp.
Son precisamente los dispositivos móviles los que están concentrando en un único instrumento tecnológico las utilidades de información y de comunicación que precisamos diariamente y que podemos “llevar encima” las 24 horas del día.
Son precisamente los dispositivos móviles los que están concentrando en un único instrumento tecnológico las utilidades de información y de comunicación que precisamos diariamente y que podemos “llevar encima” las 24 horas del día.
La prevalencia en el mercado de determinados instrumentos de
software frente a otros resulta de una extrema fragilidad… Hace poco una caída
del sistema de WhatsApp durante 3 horas provocó un trasvase masivo de usuarios
a una de sus plataformas competidoras, como Telegram.
En este contexto a quienes nos dedicamos de uno u otro modo
a la comunicación (en mi caso desde la vertiente tecnológica de la comunicación
sindical) nos toca hacer aventurados pronósticos de hacia dónde va a ir el
mundo para, en base a tan inciertas premisas, establecer estrategias
comunicativas.
Por ello, volviendo al principio del relato, se hace difícil
establecer un diagnóstico sin atender al futuro que nos depara la tecnología a
corto y medio plazo.
Pero la tecnología no sólo está cambiando el “vehículo” de
la información… también está cambiando nuestros hábitos, el valor que damos a
la información e incluso el modo en que la información se genera.
Cuando abunda la información y son múltiples sus agentes,
quien primero informa controla el mensaje.
Esta capacidad de la ciudadanía de “socializar”, por medio
de la tecnología y las redes sociales, cualquier realidad noticiable nos lleva
inexorablemente a la desaparición de los “medios” en el sentido literal de la
palabra. No me refiero a la desaparición de los periodistas ni de sus negocios,
pero sí a la paulatina desaparición del concepto de “medio”, como agente único
y necesario para el traslado de la información a su audiencia.
Cuando los intermediarios se multiplican, aparece de uno u
otro modo la competencia entre ellos. Esa competencia no tiene que ver con los
negocios… Seguirá habiendo intermediarios profesionales de la comunicación y “personas
que pasaban por allí cuando sucedió aquello”… Lo relevante, y ese es el cambio,
es que ambos tienen la capacidad tecnológica y la red de audiencia suficiente
para difundir el mensaje… Y es en esa nueva realidad donde aparece esa
competencia entre agentes de la información y donde adquieren relevancia nuevos
valores como la “inmediatez” y la “pluralidad”.
Tras una vida entera accediendo a la información gracias al
medio que nos la cuenta, bajo una óptica y línea editorial concreta, hoy
disponemos de centenares de “agentes” para cada hecho noticiable, que nos
cuentan su punto de vista de manera inmediata y aportando pluralidad y color a
la información.
La información se hace dinámica y, en ese nuevo contexto, el
telediario de las 21:00 o la rotativa de las 05:00 se convierten en instrumentos
obsoletos.
Sin aventurar el futuro, podemos ver claramente cuáles son
las “tendencias” atendiendo a la situación presente y pasado reciente.
Esas tendencias nos dicen que en metros, autobuses y
ferrocarriles cada día se ve a menos personas leer el periódico y más personas
con un móvil en la mano… Nos dicen que los periódicos en papel están cerrando
(por la crisis, dicen), o caen sus ventas, o caen sus directores… Nos dicen que
cada día se venden menos PC’s y que las visitas a las webs caen… Nos dicen que
el e-mail ya no se usa como herramienta conversacional desde la proliferación
de herramientas para esa finalidad… Nos dicen que cada vez nos molesta más el
spam y somos más selectivos con el correo electrónico que recibimos… Nos dice
que los SMS ya sólo se usan para sorteos y para donaciones… Nos dicen que
herramientas conversacionales como WhatsApp son consideradas como “intrusivas”
cuando se abusa de ellas… Nos dicen que en el mundo de las apps hay mucho
mercado, poca calidad y poco acuerdo en los estándares de desarrollo…
Y en esta situación hay quien busca cual va a ser el “medio”
del futuro…
La respuesta tal vez es que en esta nueva situación lo
relevante no es el “medio”, sino el “mensaje”… Y el mensaje es “relevante” si
su contenido lo es… Y el contenido del mensaje lo determina su fondo y el modo
en que lo contamos.
Personalmente creo que las estrategias deberían centrarse en
cómo contamos las cosas y en qué cosas contamos.
En el contexto del movimiento sindical, al que se acusa a
menudo de estar anclado en metodologías del siglo pasado, existe una
preocupación por “acertar” en la elección entre los numerosos medios y
tecnologías a nuestro alcance…. Y en esa preocupación a menudo nos obsesionamos
en buscar métodos alternativos para “informar”, de manera unidireccional y por
un canal de “mensajería”… Así pasamos en su día de la circular al e-mail, de la
revista en papel al boletín digital, del tablón de anuncios a la web.
Ante la multiplicación de canales y tecnologías, el
sindicato se resiste a abandonar los medios tradicionales (revista, circular,
envío a domicilio) ya que son los únicos que “llegan a todos los afiliados”… Por
su parte el correo electrónico es más ágil y más barato, pero “no disponemos de
todos los emails”… Por otro lado la brecha tecnológica entre sectores
productivos (no es lo mismo el trabajador de la administración pública que el
de la construcción) también ha tenido incidencia a la hora de decidir cómo
informamos a los trabajadores.
Esos medios tradicionales (circular, revista, rueda de
prensa), coexisten con otros más recientes (correo electrónico, web) y con los
recién llegados (apps, redes sociales)… y la escasez de recursos obliga a
elegir y a hacerlo bien.
En ese debate interno, creo, es donde descuidamos “el
mensaje”, obsesionándonos por “el canal”… olvidando algo fundamental: el canal
lo elige el receptor.
Estamos demasiado acostumbrados a “informar” a través de
sistemas de mensajería, para que el mensaje “llegue”, sin reparar en la
importancia del mensaje y en lo que pasa con él cuando finalmente “llega”…
Creo que debemos entender que algo trascendental está
sucediendo, y es que los ciudadanos nos estamos acostumbrando a “auto-administrarnos”
la información y a querer “interactuar” con ella…
Ante esa nueva y creciente realidad, no nos queda otra que
preocuparnos por tres cosas:
(1)
Por abrir canales (todos los posibles)
(2)
Por emitir mensajes relevantes y bien contados
(3)
Porque nuestros mensajes “circulen” y “se
propaguen” por esos canales, sin preocuparnos de “contar” a cuantos
destinatarios les "llegan" sino del interés que despiertan.
Y para conseguir entender los mecanismos por los que ciertas
informaciones se propagan de manera
viral y otras no, el lenguaje adecuado para cada canal, la información que requiere
la ciudadanía y la que le interesa, etc, es preciso que nos empecemos a
preocupar en serio por ESCUCHAR… y por hacerlo activamente.
El tiempo de administrar la información en vena ha pasado,
para los telediarios, para los periódicos en papel y para el sindicato también.
Hoy la información ya no “se envía”… “se socializa”.
Es momento de construir ofertas informativas relevantes y de
interactuar con nuestra audiencia.
El sindicato “no es un medio”, es una organización social.
Los medios “informan”. El sindicato debe tener el listón más
alto. No nos basta con “contar” las cosas que hacemos. Queremos implicar,
convencer, movilizar… Y para ello precisamos ante todo escuchar para explicar
mejor, convencer y movilizar.
De poco sirve a una organización social que sus afiliados “reciban
información” si ello no revierte en una mayor movilización y participación en
el proyecto común. Precisamos “interactuar” en el sentido más amplio… Y la
interacción es recíproca y empieza con la escucha.
Cambia el lenguaje, pero también los objetivos. De la
información a la comunicación. De los medios a los canales. Del destino al
mensaje.
La preocupación por “el número de destinatarios” nos ha
hecho perder de vista que los nuevos canales nos abren a una audiencia
exponencialmente mayor.
Los métodos tradicionales de mensajería (correo, circular,
email) nos permitían interactuar con nuestros afiliados o con los trabajadores
de nuestras empresas… en definitiva con el mundo del trabajo… Las redes
sociales nos abren un nuevo canal con la sociedad en general.
Hasta hace poco la web era el único canal entre el sindicato
y la sociedad en general (aparte de la información que los medios se dignan
publicar sobre nuestra actividad). Por eso siempre hemos querido ejercer “como
un medio”… y algunos siguen encabezonados con ello, incluso ahora en que el
mismo concepto de “medio” carece de sentido.
Pues bien, las redes sociales nos convierten (a todos) en un
medio, o en agentes de la información… ¿Lo aprovechamos suficientemente? ¿Hemos
adaptado el lenguaje interno a esa nueva audiencia?
Hasta hace unos años, los ciudadanos accedían al mundo del
trabajo siendo auténticos “analfabetos sindicales”, sin saber qué es y para qué
sirve un sindicato… Y durante años hemos educado en los valores del
sindicalismo… Pero la realidad de este momento es muy diferente. Los “medios”
(algunos) han emprendido una cruzada anti-sindical, alimentada desde las
ideologías que subyacen tras sus editoriales, que está calando peligrosamente
entre una generación de jóvenes que, en muchos casos, sufren una grave
desafección por la política, por las instituciones y, porque en ese grupo nos
sitúan, por los sindicatos… Y es por esa razón por la que en breve dejarán de
llegar a las empresas “analfabetos sindicales” y nos empezarán a llegar
personas con serios prejuicios contra el movimiento sindical.
De ahí la importancia de aprovechar esa nueva audiencia, de
preocuparnos más de lo que contamos y de cómo lo contamos que de “a quien” y "a cuantos" se
lo contamos… Escuchar más y hablar menos, pero más claro, más alto y mejor.
Dejemos de CONTAR y empecemos a CONTAR.
Dejemos de CONTAR y empecemos a CONTAR.
Carles Garcia
@nordicca
@nordicca
En mi corta experiencia me he dado cuenta que los mensajes importantes se difunden muy rápidamente por las redes sociales. Por contra los usuarios que se quieren hacer notar publicando muchos mensajes pierden el interés de sus seguidores menos incondicionales. En este medio también se puede publicar el dicho de que dos más dos a veces son cuatro.
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